(No tan) Estimado director,
Desconozco el trabajo previo de Javiera Contador. Así que lo escrito aquí está relacionado únicamente a su rutina en el Festival de Viña 2024.
Me referiré a las justificaciones que algunos usuarios de las redes dieron a la pobre rutina de la comediante. Culparon a los organizadores por colocar un número de comedia después de Andrea Bocelli. La rutina fue simplemente mala. También justificaron que Contador estaba nerviosa. Su primer chiste: Shakira hizo caso omiso a sus advertencias sobre Piqué, porque la colombiana no seguía a la comediante en Instagram. Es un mal chiste y ya. Nada tiene que ver con su nerviosismo. Por último, culparon al público. En un podcast, Ale Sergi de Miranda dijo que la piratería estuvo mal enfocada porque responsabilizaron al público. Aunque hablamos de asuntos distintos, leí en las redes sociales a gente que caía en el mismo error. Publicaron comentarios como: “No la abucheen, no sean irrespetuosos”. Y yo digo: ¿qué hay del respeto al público? ¿por qué las personas que asistieron al evento tienen que soportar una mala rutina? La comedia, como la literatura, es difícil. Si te dedicás a eso vas a estar expuesto al escrutinio. Los gringos tienen una frase: “La comedia me la tomo en serio”. Ese oxímoron refleja muy bien la ética del comediante. Su responsabilidad: ofrecer calidad al público.
¿Mi comentario? Le faltó valentía. De lo que no careció Alison Mandel. Su chiste de la mamá biológica de sus hijastros me descalabró de risa.
Por Alejandro Carrasco
El escenario es sagrado y es tal el respeto que quienes saben del trasfondo mágico que tienen las artes de la representación, que hay desconocidas historias de performances que debieron hacerse mientras un ser querido moría en el hospital justamente porque el show debía continuar. No existen excusas para no cumplirle al respetable público, porque en él toda la humanidad vuelve a lo atávico, a aquello que nos hace eco en la profundidad de nuestras sombras y nos hace reir, llorar o sentir incomodidad o el asombro como si volviéramos a ser niños deslumbrándose frente a la fantasía. Ahí está el respeto que el artista le debe a su público, la consideración necesaria hacia aquello que todos alguna vez fuimos, fieles creyentes de la magia y de la fantasía. Con ello quiero decir que si la excusa de un ser querido partiendo hacia lo desconocido en un hospital no es razón suficiente para que un artista descontinúe el show, no puede haber excusa alguna para justificar un mal espectáculo.
Javiera Contador le faltó el respeto a tantos artistas que han continuado la función a pesar de todo, justificando su mediocridad en un mal día, una mala semana, no tiene perdón alguno su decadente desempeño, y la única explicación para que alguien se atreva a faltarle el respeto de esa forma al público es o el hecho de vivir en un ghetto que privilegiado donde las supuestas anécdotas suceden en el extranjero, en casas grandes del barrio alto, humor compartido por dueñas de casa como ella, alejadas de la cotidianidad donde lo único que puede hacer sentir menos sufrimiento a las masas es vivir con el chiste a flor de piel.
No sé le puede llamar "rutina" a aquello que hizo está mujer en el escenario. Por respeto a las rutinas, a las viejas reprisse de la comedia, Javiera Contador denostó a todo un gremio, a toda una tradición cómica, a todo un respetable público y no tiene perdón. Si volvieran las guillotinas deberían ser para quienes se burlan de todo un pueblo haciéndose llamar comediantes y haciendo sentir aún más míseras las vidas de quienes esperan olvidar el suplicio de sus vidas con una risa.