Suena el despertador, pero me he despertado hace 5 minutos. Finjo que duermo en época de exámenes. El espacio escolar es un mundo colisionado. Un micromundo espejo que refleja todo lo que somos en la vida real. Soy una ciudadana activa de este universo, con una cuota de poder que me desagrada mucho.
De la puerta para adentro me visto con la performance. Avanzo por los pasillos moviendo la cabeza con decoro. Este año la prohibición total de los celulares nos asemeja a Nueva Zelanda, o eso nos han dicho. Lo cierto es que me han convertido en vigía y gendarme, aún más.
Entro a la sala de clases, me paro frente al curso sin decir nada. Se callan esperando mi saludo impostado ¿Les hago creer que eso es el respeto? Es increíble lo fuerte que puedo hablar con esta técnica. Tenemos exactamente 10 minutos para hacer la oración y pasar la lista de clases. Me sofoca el padre nuestro. Me insulta el ave María. Buscaré otro trabajo.
Las tres de la tarde me cae en la cabeza. No puedo entrar a una sala más. No sé qué les voy a decir. Qué otra impostación del mundo les voy a contar.
Soffia Cavilar