Estimado director,
Escribo este breve párrafo, para dar a conocer mi estado de ánimo. Que de tantas noches en vela por semejante lluvia y mal tiempo, que con la fuerza del soplo del viento, se han caído hasta las latas de zinc del techo, ya he podido reconciliar el sueño.
No es por automedicarme, o recurrir a un doctor, que solo se aprovechan del estado de salud de los enfermos. Es por el simple hecho, de leer. Aunque parezca increíble, pero estaba horas, después menos frente a un libro leyendo. Y en vez de estar contando ovejas, con la imaginación adquirí la voluntad de viajar a lugares de apacible armonía, donde incluso les podría asegurar sentí aromas o perfumes agradables al sentido del olfato.
Así es, confío en ustedes. Que seguro, están leyendo estas sensibles frases. Por que la sana lectura, realmente me ayudó. Ahora bien, qué tipo de libro leer, para las noches de insomnio. Me beneficié, con cuentos, poemas, fábulas y leyendas. De muchos autores, pero les recomiendo, las fábulas de Esopo.
Atentamente
Javier Norambuena
Don Javier, leerlo me hizo recordar tardes y días de eterna infancia. Días ochenteros donde la historia al menos en mí infantil mundo pasaba desapercibida, no por yo desearlo, sino porque la casa donde vivía no tenía radio, periódicos, ni mucho menos televisión. Tampoco tenía vecinos, ¡ni amigos! Aunque usted no lo crea, tuve una infancia solitaria. Solitaria hasta cierto punto, pues los libros fueron mis mejores amigos, podría atreverme a decirle a usted que las Fábulas de Esopo justamente me atraían de tal manera, sin entender que significaba eso de "Esopo", o que era eso de "Fábulas", pues leía todas esas cosas en unos libros verdes que se llaman "El Tesoro de la Juventud". En esos libros creía yo que se plasmaba el contexto histórico, científico, político y existencial que me circundaba, así de aislada pasaba yo mis solitarios días de niñez. Me trajo usted por un instante recuerdos que jamás olvidaré, y con una triste sonrisa vuelvo a recordar aquellas tardes veraniegas en las que creí que el mundo en el que yo vivía era el de los ferrocarriles, el de don quijote, y el de las Fábulas de Esopo.
Estimada Lucrecia, has dado en el clavo. A veces la mejor compañía en nuestra soledad cuando fuimos alguna vez niños, sin duda estuvo en la imaginación, amistad invisible de nuestras largas tardes de juegos. Coleccione la obra completa del "tesoro de la juventud". que eran aquellos libritos clasificados por número y área de estudio; literatura, historia, arte contemporaneo, etc. Siempre acompañados con un sana lectura, pues la curiosidad de nuestra infancia fue infinita.
Gracias por tu comentario.
Abrazos Cordiales
Javier Norambuena