Señor director: Añoro que se filtren de mi mente algunos pensamientos que atormentan hoy por hoy mis noches. Tal vez escribiéndolos a usted, logre que algunos de ellos al menos por un instante, reboten en los laberintos mentales de una otredad. Sucede que alguien que amo y dice amarme desaparece. Simplemente se esfuma, o deja de hablarme, ya sea por algo de mí que le hirió o molestó, o por algún evento etílico que lo distrajo por varios días. No sabe usted las agonías que dichos vacíos de comunicación le han generado a mis noches. No diré que él, a quien yo amo, alguna vez haya explicado las razones, que él mismo desconoce, de dichos distanciamientos. ¿Por qué yo habría de sentirme dolida por una conducta que me trasciende? Han sido años en los que la agonía de no entender me han debilitado el ánimo. "No te ama", dice la mayoría, y tantas voces que solo me carcomen más, pues no entienden señor director que los vínculos no son de revista, no son encasillables, son complejidades que nosotros mismos elaboramos, monstruos infernales que nos devoran. Ahora, luego de un largo alejamiento hemos vuelto a vernos. Yo tenía planificado un viaje y al decírselo, dejó de hablarme. Todo esto me confunde y me duele hasta los huesos que no tengo. Me siento culpable muy culpable, muy culpable, dolorosamente culpable. No sé realmente si la locura ya se apoderó de mí.
Charly Moreno