Carta enviada el 13 de octubre.
por Loreto Soto
Señor Director:
¿Y si hoy comienzo con total soltura a hablar de este miedo intenso que la vida me produce? ¿del desgaste de mis sueños? de esos sueños simples que olieron a finales, y que hoy temen no tocar jamás.
La tierra firme para estos sueños, suena a algo similar a la tierra prometida.
Yo camino y camino, los conduzco por la dirección que creo correcta, pero no encuentro siquiera una roca donde poder sentarme. Mis pies nunca tocan firme; mis pies se hunden en un extraño lodo que a veces contemplo con repulsión y total desesperación, pero que otras veces aprecio con cierta ternura, sumergiéndome en el leve calor que me entrega, entendiendo que es ese el lodo que me cobijará de aquí al final de mis días.
Mi pecho es estrujado y yo señalo a mis pensamientos: ¿cómo puede ser que lo que en mi cabeza está viaje hasta a mi pecho para transformarse en tal desasosiego? Y así pierdo el control de mis segundos, minutos, horas, días y semanas…
Lo pierdo, y no porque quiera, como ocurre con gran parte de mis pérdidas, sino porque me lo arrebata una descriteriada invitada que, por más que intento incomodar, más se dispone a quedarse. Ella no se siente invitada; más bien, siente que volvió a su hogar después de años de ausencia.
Loreto Soto