Carta enviada el 22 de septiembre.
por Amaryn Darel
Cada día parece un sueño, uno donde cada imagen se distorsiona y crea sus propios colores. No siempre son los adecuados, pero tristemente viven en nuestros corazones. Sin embargo, entre las sombras de la rutina y esos momentos que quisiéramos olvidar, aparecen sonrisas inesperadas, instantes capaces de hacernos sentir vivos y de recordarnos que realmente lo estamos. Instantes como la risa de un niño, la fría brisa que roza nuestro rostro, el aroma de la lluvia o el de nuestra comida favorita.
Estos momentos, aunque efímeros, tienen la fuerza de hacernos sentir libres, de detener el tiempo, aunque solo sea una ilusión. Nos enseñan que la vida no se mide únicamente por grandes logros o metas, sino por la intensidad con la que sentimos y apreciamos lo que nos rodea.
Quizá deberíamos aprender a valorar más estos instantes llenos de vida y sinceridad. No todos los sueños son pesadillas; algunos nos recuerdan la magia de estar vivos.
Amaryn Darel