Después de la tormenta viene el sol; todo lo malo se va, todo se armoniza...
¿Debe ser así? ¿Debe ir la calma después de la tormenta y no antes?
La calma es la base para entender el proceso y respetar la calamidad dentro del aprendizaje. Si no hay calma antes de la tormenta, es porque la tormenta empezó mucho antes: quizás una temporal, quizás una lluvia, quizás una garúa. Pero el “quizás” da igual si no se conoce la base fundamental de por qué empezó a llover.

¿Es la lluvia lo malo de la tormenta? ¿Es el viento? ¿Son los rayos? ¿Es la humedad constante? ¿El frío? ¿O es que no se puede ver belleza en este conjunto de oportunidades?
¿Oportunidades? Sí. Siempre se parte de las oportunidades. A eso se le puede agregar el positivismo, la fe, la esperanza, las ganas, ¡que ayudan! a empezar, a seguir. Pero siempre, con calma, porque es la base para estar en el presente: no en el pasado, no en el futuro, pero sin olvidar nuestra historia, quiénes somos hoy gracias a nuestro pasado y quiénes nos proyectamos en el futuro, sin sobre pensar en lo que no podemos controlar.
Pero, ¿podemos controlar la calma? También va de la mano con nuestro pasado, para cumplir con nuestra proyección a futuro.
En simples palabras, debemos resolver: ¿Qué cosa? Aquello que nos quita la calma, aquello que nos enseña la impaciencia. ¿A qué se debe la impaciencia? ¿Qué debemos eliminar de nuestras vidas y qué debemos iterar para ser una persona que pueda afrontar las millones de oportunidades que puede traer una tormenta a nuestras vidas?
"No se trata de esperar la calma tras la tormenta, sino de sembrarla antes de que el primer trueno suene."
Vamper

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