Carta enviada el 28 de julio.
por Billy Castro
Le escribo desde la más acalorada de las cóleras, Calavera. Si es que verdaderamente así se llama usted. Esta carta la escribo desde la pasión del arrebato y le cuento, Calavera,
Navegando por internet; es que entro en la página suya, Calavera, «Calavera lectora» esa página suya que me sorprende sobremanera y me exalta específico contenido que encuentro. Me deja pasmado. Me deja «estupefaciente», como diría estrafalario personaje de la televisión chilena. En la sección donde le escriben cartas a usted, es que encuentro un relato que es de mi total autoría. Su contenido, casi enteramente fiel al original escrito por mí; solamente cortados algunos párrafos, seguramente por algún límite de palabras permitidas en la página suya, pensé.
Yo, Billy Castro no he enviado ningún relato a la página suya, Calavera.
Le sigo contando, Calavera; lo que aceleró —casi al límite de la biología mi flujo sanguíneo, al punto casi de sentir una presión caliente que me empujaba los ojos por ebullición hacia el exterior—, lo que me desconcertó, digo, fue el que éste, el relato, digo, estaba firmado con un seudónimo natural como extraño para mí; familiar, pero desconocido; sensación parecida al momento donde la respuesta se te escapa cuando la «tenías» en la punta de la lengua. Usted me entiende, Calavera.
Curioso nombre el suyo, Calavera… de infante, mis padres, tíos… me llamaban calavera. Nunca supe qué significaba que lo llamasen de esa manera a uno, hasta hace poco que estuve hojeando el diccionario.
Cómo sea, Calavera, al final de esta carta ya no me encuentro enfadado, sin embargo, no puedo modificar su contenido. Yo le advierto cuidarse de «El Cochinote», lo conozco y así como el poeta describió al visir Almuín ben Sauí:
«No es digno de confianza, es maligno,
es pérfido dondequiera que vaya.
Pensad que cada pelo de su cuerpo
representa a una de sus víctimas»
Billy Castro, ex Calavera