Carta enviada el 20 de septiembre.
por Ariadna
guilliansantospiedra@gmail.com
(No tan) Estimado director,
Podría escribirle un libro sobre por qué escribir aviva mi alma, pero dado que ha dejado claro en su ejemplo que solo podrán ser quinientas palabras, y que ya he perdido unas treinta, paso a decirle que escribir enciende mi ser. Creo que casi puedo sentir cómo mi pecho se abre ante la pantalla y de él brota una luz, una luz que guarda cada palabra a la que doy forma con la ayuda de las teclas que tanto aprecio.
Escribir me hace vibrar. Me hace sonreír. Me despierto en medio de la noche emocionada por una nueva historia que revolotea en todo mi ser, lista para ser creada. Contar con un espacio como el suyo no hace más que hacerme agradecer la existencia de las palabras. Gracias a estos espacios, muchos tenemos la oportunidad de crecer.
En mi caso particular, no me he animado a publicar ni una sola de las palabras que escribo a diario en miles y miles de documentos. Y no es una hipérbole, realmente son miles. Adoraría contar con este espacio para publicar alguna de mis reflexiones íntimas: pensamientos y sentimientos que rozan la crítica sin ser académicos. Claro, no pasarán de ideas y emociones pertenecientes a mi jaula particular, mi mente. Y aunque suene crudo decir "jaula" a mi propia mente, así se siente a veces. La llave la tengo yo. Supongo que ese es el motivo de no publicar: saber que puedo cerrarla, negándole a esos pensamientos ser explorados.
Aun así, a veces creo, a pesar de las inseguridades que me abrazan a diario y me han impedido publicar mis reflexiones o novelas románticas, que alguien, aunque sea un solo ser, podría querer leer algo de lo que escribo. Debería dejar de ser tan dura conmigo misma, dejar de repetirme que no tengo talento y temerle a lo desconocido.
Como leí alguna vez en una frase atribuida a Kafka: “Creer significa liberar en sí mismo lo indestructible, o mejor: liberarse, o mejor aún: ser indestructible, o mejor aún: ser.” Tal vez escribir sea eso: una forma de creer. De liberarse. De ser.
Así que, señor director, cuento con usted y con este espacio para permitirme poner en práctica una pasión que, con paciencia, algún día podría llegar más allá de los límites de mis propios ojos. Gracias.
Y disculpe si me dejé llevar hablando de lo feliz que me hace escribir. Pero vea, ni siquiera he llegado a las quinientas palabras :))
Ariadna