Carta enviada el 26 de julio.
Carta anónima
Estimado director,
Manifestar lo mucho que me complace y dignifica este espacio es decir poco. Amo las entregas silenciosas en favor de las letras, de lo manifestado y de lo que se calla también. Amo que se aprecie intensamente lo que muchos otros rozan.
Le cuento a usted que en este día, después de años perpetuos, percibo en mi interior una sensación amena, temiendo inmensamente que se me escape, pues últimamente mis manos se hacen nada tratando de capturar contento. Me hago consciente, al fin, de que mis vacíos se deben a que he estado dirigiendo mis fuerzas hacia el foco incorrecto. Estoy aquí para crear, no solo para consumir.
Me he visto aferrada a una rutina persistente, con mis sueños convertidos en sólidas estatuas. He dado cabida a pequeñas proyecciones, muy entendidas y comprendidas por mi mundo de adulta. Repito diariamente anhelos que confundo con mis sueños, creyendo que estaban convenientemente transformados para cubrir mis actuales necesidades.
¿Me creerá usted que mis anhelos se han limitado a mantener una casa limpia, al manejo de Excel, al pago del CAE y a la rapidez de mi impresora? ¿Me creerá también que ninguno ha sido cumplido? Tengo una hija de siete años, un gato y un esposo que resuelve, pero no en temas de limpieza. Amo Word y la simpleza que me ofrece. El CAE aún no es contemplado por un Cyber. Mi impresora corrige hasta mi ortografía antes de cumplir su real función.
He decretado una vida entera creyendo en la ley de atracción, experiencias vacías en favor de otros vacíos más profundos.
Esta mañana de sábado, recuperando clases en mi escuela en respuesta a un paro docente, le digo a usted que, ya que mi deseo es solo uno, hoy deseo poder decir todo aquello que he callado por vergüenza.
(Carta Anónima)